Blogia
CÁLCULOS DEL AIRE

LA CURIA TRASCENDENTALISTA

Castillo de Oreja

Castillo de Oreja

La piedra edificada

en el transcurso del paso de los siglos

donde el abismo del tiempo

nos convoca a la reflexión del silencio.

Muros y piedras hasta almenas levantadas,

mudos testigos de lejanos fulgores,

de enarbolados estandartes,

de ardidas hogueras

en la noche desposadora de vírgenes,

de ritos consagrados a los dioses del olvido.

¿Qué sois ahora sino imagen incómoda

de la desolación, de inútil dolor

injustamente infringido,

de triste error de la vida humana

cuando la vara del poder le arrebata y le ciega?

El tiempo no mide los pasos, las ausencias,

el ciclo de las lluvias,

sólo muestra un resto, un fruto pútrido,

como la incontestable verdad de las ruinas.

¿Qué inciertos destinos, qué oscuros vacíos,

qué gritos aún no acallados

en el aire aún tiemblan

cuando duerme ya para siempre

el fulgor del misterio

entre el graznido de los cuervos

y las oquedades del tiempo?

Libre espacio para todas las ausencias:

¡Oh, llama incombustible de deseo!,

¡Oh, noche plagada de promesas!;

a donde irán todas las viejas pasiones,

los combate, la cruz de las espadas,

la fusión ofrecida de los cuerpos...

¿Qué encendidas miradas aún preguntan

que llama latente aún espera?

 

 

© Aurelio Campos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Morada de Álibe

La Morada de Álibe abre con esplendor sus puertas a la familia poética. El 20 de Mayo era la cita para que amigos-poetas, narradores y amantes del compromiso cultural de la villa de Aranjuez se vieran las caras, se reunieran fraternalmente en el denominado "Cenáculo de las Letras" : evento de aproximación y camaradería bello y singular. Las tertulias de componente social y solidario acapararon presencia en la primera parte de la celebración, para, después, con el ocaso, con la llegada de las estrellas y el silencio que congregaron, proceder a un recitado de poemas y relatos donde los asistentes camparon a sus anchas hasta bien entrada la medianoche.

El Cenáculo de las Letras inaugura así, satisfactoriamente, esta iniciativa con vistas de futuro y perdurabilidad. El placer de lo grupal siempre latente.

 

 

Ángel Fdez. de Marco (Álibe)

Violencia doméstica

Violencia doméstica

Hoy he vuelto al mar con heridas nuevas,
las puñaladas certeras del miedo
y sus instantes traicioneros.
Compulsivas, las patadas de la ira,
dolorosos hachazos de soberbia,
crueles amputadores de tantas esperanzas.

Déjame descansar, carne irreverente.
Deja de destilar inmisericorde
la ira de lo ya extinto.

Basta de desgarrar con furia
los tapices coloridos de mi alcoba
y dame un poco de paz hipotecada.

No encontré agua para tanta sangre,
delatora y cobarde.

Pájaros miran y esperan
con su ronca algarabía de silencios.


Domingo Díaz

1 de noviembre

1 de noviembre UNA VEZ MÁS, OTRA VEZ MÁS
me sorprendo mirando por la ventana. Una vez más, otra vez más, contemplo un derrotado parque. Una vez más, otra vez más, me sorprendo reflejado en los cristales. Ha sido entonces cuando he tomado la auténtica conciencia de que aquella pálida figura derrumbada ante mí era yo. Yo. Una vez más, otra vez más, yo. Una vez más, otra vez más, frente al ventanal. Una vez más, otra vez más, contemplo las miserables calles. La deleznable capa de hielo sucio de la fuentecilla central. Capa de hielo abandonada a su derretida fortuna. Hoy hace frío. Hoy me sorprendo mirando por la misma ventana la misma escena, el mismo reflejo agotado. Una vez más, otra vez más. Solo en la inmensidad de mi cuarto.


José Carlos Rodrigo Breto

Estío

Estío

Un relincho de fuego
-prolongado, ululante-
fue la tarde.

Debiste ver del mar,
curvar su lomo antiguo,
como el de un gran centauro
desbordante de peces
bajo la fresca noche.

¡Qué sabia oscuridad!
El sol nos ciega más
que esta dulce niebla
tran grata al corazón.


Gloria Díez

Desde este apartado recinto. (Aurelio Campos)

Alejado de los círculos literarios, ajeno por circunstancias vitales a grupos y corrientes, el autor nos ofrece este poemario en donde el gozo de la visión del paisaje,la preocupación ética o existencial y la austeridad de la naturaleza sirven como transfondo a un quehacer elaborado pacientemente,riguroso, con cierta vinculación estética que exalta líricamente el espacio natural y el ser humano que lo habita.

Aurelio Campos (Colmenar de Oreja, 1958) ha bebido de la naturaleza el mensaje entrañable que depara la belleza de la puga por la vida: los árboles, las plantas, los animales, las aves, los cambios cíclicos de las estaciones y, junto a ello y en ello, todo el proceso vital del hombre que busca, en las huellas ya alejadas de la infancia, las claves poéticas que sugieren un determinado sentir o pensar que a todos nos alienta.

Caballero Bonald: su poesía

Caballero Bonald: su poesía

Difícil definir un estilo de poesía pero quizás lo sea aún más en el caso de Caballero Bonald. La precisión de la palabra, la expresión adornada que parece tender hacia un cierto barroquismo hace profundizar en los entresijos de la realidad para lograr, de la visión subjetiva del poeta, una objetivación poética cargada de sentido. Su estilo nos lleva al deleite de la palabra,al poema comprendido como un todo expresivo que invita al lector a la meditación del silencio, al pulso indagatorio del poema en el que, como dice el autor "ocupe más espacio la poesía misma que el propio texto."


Aurelio Campos.

Invocación

Invocación

Y tú vendrás extrañamente,
con la fluidez plural de un río
en el resquicio de la eternidad.

Se hace fría la noche.

Podría alcanzar el verdadero límite,
el sueño que tú fuiste,
y contemplar el fuego sagrado
hasta nacer en la otra orilla.
Con la inocente certeza de quien busca
sin recordar el vértice del viento.


Almudena Urbina

Nocturno de Madrid

Nocturno de Madrid

Viejo Madrid,
de rejas como lanzas
y angostas callejuelas
amarillas.

Bajo impronta mora,
con mantón de seda,
A Francisco el santo
rezan Las Vistillas.

El silencio tiene textura
de sueño,
en la media vuelta
que al toro de sombra
le marca un farol.

Un diablo cojuelo
salta en cada esquina.
Se cubre los cuernos
con el capuchón.

La noche peina gasas
y en el cielo,
incierta luna errante,
como un débil quinqué
velado y vacilante,
se embosca
entre maltrechos
tejadillos.

Un soplo del ayer
impregna el aire,
trae un revuelo
de amorosos lances,
de pasos embozados
y de rezos,
grabados en la punta
del cuchillo.


Gloria Díez

Mis licores favoritos

Mis licores favoritos

Por la mañana y en ayunas
hidromiel "Alegría de tu nombre"
y el alba se apresura en ti
con insurgencias de tu voz,
resucitada de la noche.

Unas gotitas del licor
"Dulzura de tu risa"
en el primer café de la mañana
y las puertas del sielo se abren,
puntuales y gozosas.

Al mediodía el reconstituyente
"Fortaleza de tu palabra"
revuelve mis adentros,
me empuja con ansia a la calle,
a notariar la vida.

En la comida, vino,
un "Señorío de tus ojos",
reserva del cincuenta y nueve,
y dejarme arrastrar contigo
en su embriagador torbellino.

Un chorrito del aguardiente
"Melaza de tus labios"
en el café de sobremesa
y abandonarme todo
en el desasosiego de tu cuerpo.

Gotitas de angostura
"Milagro de tu voz"
en el obligado té de la tarde
disuelven la amenaza
cercana de la noche,
renombran las estrellas.

Vino, también para la cena, vino,
un crianza "Fuego de tu mirada"
y adiós a esa indeterminación
de lo oscuro, al salvaje
vínculo de la noche.

Ante el irrevocable final del día
el colutorio "Elixir de tu alma"
y a revolcarme febril en tu esencia.


Domingo Díaz

…más no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía…

(Quevedo)


Cuando esta frágil barca en que navego
toque su tierra al fin, no habré dejado
amor en esta orilla recordando
que me haya consumido con su fuego.

Nada me llevo, ni el desasosiego
de saber que no dejo culminado
ningún deseo, ni un árbol sembrado,
que todo lo arrasó el destino ciego.

El huracán que arrastra esta mentira
ha arrancado de cuajo todo brote
que yo regara, absorto en mi quimera.

Pero todo lo ardido en esa pira
de la que he sido ofrenda y sacerdote
renacerá palabra en tu ribera.

Salvador Esteban Gallardo.

No permitiré...

No permitiré...

No permitiré a la noche
lanzar sus perros de presa sobre mi alma,
no permitiré, no,
ni admitiré a vacío alguno
secuestrar mi dicha con sus mentiras.

No permitiré a los miedos ajenos
sutilmente filtrarse traidores
por fisuras mentales reincidentes
para desvalijar mi casa,
recién amueblada de verdades nuevas.

Y no permitiré a la ira
y a su oculto ejército de látigos
envolverme en azules promesas
de venganzas edulcoradas.
No permitiré, no.

En esta compleja hora
de soberbias múltiples enmascaradas
aspiro no más a Ser
arqueólogo de humildes antiguas,
pedagogo de viejas trascendencias.


Domingo Díaz

Samarkanda

Samarkanda

El Arcángel San Gabriel cabalga a lomos de la Historia. Su paso remueve una polvareda en las calles de colmillo de cobra. Las sombras de antiguos funcionarios, burócratas de la Sagrada Puerta, se ocultan en los vanos de las casas, bajo techumbres de adobe, en el interior de los fuertes de barro.
Desde el suelo resquebrajado se elevan alaridos de verdugos, dolorosos gritos de víctimas que yacen en nichos de vergüenza, condenadas por firmanes que otrora rubricó un emir de mano temblorosa.
El Arcángel San Gabriel toca su trompeta de fuego y, frente a las ruinas del serrallo, las cenizas advierten: las ciudades se desangran en el gota a gota de sus fuentes.


José Carlos Rodrigo Breto

Resumen de El Vaso Canope, de José Carlos Rodrigo Breto

Resumen de El Vaso Canope, de José Carlos Rodrigo Breto

Alejandro Castellano, catedrático de historia contemporánea, recibe una carta de su colega rumano, Dan Bumbescu, en la que se le apremia a reunirse con él en Bucarest. Una vez allí, descubre la existencia de una presunta correspondencia entre las amantes de Hitler y Mussolini. Con la intención de certificar la autenticidad de las cartas ambos historiadores emprenderán un viaje a través de distintos países que les llevará por una buena parte de la Europa del Este y Central, además de a Italia y Egipto, mientras son perseguidos por un grupo de neonazis que también pretenden hacerse con los documentos.
El Vaso Canope retrata sucesos, lugares y personajes relacionados con la Segunda Guerra Mundial, refleja las historias de los regímenes totalitarios y aporta la visión cotidiana de Hitler y Mussolini vistos por sus amantes mientras, de fondo, se mueve el drama de la contienda que desembocará en la tragedia.
La obra hurga en la carne de la Historia y es, así, reflexión sobre el poder y los principales males que azotaron el siglo XX, nazismo y fascismo –sin olvidar el comunismo-, y cómo la sombra que proyectan nos afecta en la actualidad.

El Grupo Aranjuez vela armas

El Grupo Aranjuez vela armas

El Grupo Literario Trascendentalista (Grupo Aranjuez), vela armas ante el inminente nacimiento de su web oficial (www.grupoaranjuez.es). Esta corporación que acoge a los poetas y narradores (Montserrat Doucet, Domingo Díaz, Ángel Fdez. de Marco, Mar García Tijeras y José Carlos Rodrigo Breto) verá en este mes de Marzo la realización de un proyecto muy deseado por parte de todos sus integrantes. Su deseo es el de servir de soporte didáctico, de canal de difusión, defensa y divulgación del mensaje poético como linea fundamental e imprescindible para la custodia de valores humanistas y culturales. Con tal idea se muestra a conocer a todos los cibernautas del planeta que deseen profundizar bajo las aristas de la estética, el conocimiento y la reflexión.



El dulzor de las peras

El dulzor de las peras

En la silente noche toledana se despeñaba el susurro del Tajo. “Apiádate de mí, Señor”, rogó al amparo del arrullo de las aguas. Se encontraba enfermo y débil, mareado por el esfuerzo de la fuga. Gracias al aire nocturno que le golpeaba en la cara se activó y empezó a correr, repleto de un extraño sentimiento de libertad. El brío brotaba de su corazón y se expandía por su cuerpo, por sus músculos. A cada latido se llenaba de libertad, de alegría, se bañaba en dicha, atravesado por el inofensivo espadón del espíritu de Dios.
Fray Juan no desmayaba un momento en su carrera, le ardía la garganta de sed, azuzada por el calor agosteño, pero una fuerza muy superior le guiaba de la mano. Sus pies y sus piernas se movían con amplitud, abandonada ya la estrechez de la celda de donde se fugó tras nueve meses de cautiverio. Súbitamente, en mitad del esfuerzo, se sintió inundado de un sentimiento de paz: la paz que reinaba en esos espacios abiertos, inmensos.
Divisó en lontananza unos muros que refulgían por las antorchas que reposaban sobre los pebeteros de las paredes: llegaba a San José de las Descalzas, uno de los conventos de la Orden. Se detuvo frente a la puerta. Jadeaba, como si la respiración le volviera del revés. Propinó unos secos golpetazos en el portón que restallaron en mitad de tanto silencio, en el seno de tanta oscuridad, de tanta noche.
Al poco tiempo, le azuzaron desde el otro lado un sarmentoso, agrio y esquivo, “¿quién vive?”, con incómodo acento de monja perezosa molestada a horas tan intempestivas.
-¡Favor hermanas, que no puedo tenerme ya en pie!
Fue conducido al refectorio. Allí le sirvieron unas peras con canela por ver de restañar el ánimo. Mientras se afanaba en comer la Madre Superiora le daba noticia de los comentarios que acerca de su cautiverio florecían en la comunidad de la Orden: era una vergüenza... ¡prendido por sus propio hermanos! Incluso llegaron a creerle muerto. ¡Hasta rezaron por su alma!
La Madre Superiora insistía en que fray Juan relatase los pormenores de la fuga pero el padre se encontraba absorto con las peras y enmudecido por el puño de rancio vino que le tapaba la boca. La sensación de comer algo sólido, tantos meses después, era superior a todo sentimiento y le nublaba la razón.
Tras la comida, envuelto en la placentera nube de espeso calor que restallaba en el hogar del refectorio, dictó algunos de sus versos a la Madre Superiora. Ella los apuntaba en recado de escribir con mano temblorosa ante las apresuradas ordenes de fray Juan, temeroso de que la memoria olvidase las preciadas composiciones creadas durante la reclusión. El goteo del dictado destiló una versión casi completa del “Cántico Espiritual”, que su autor contempló alborozado al verlo sobre papel: el verbo hecho carne en los tortuosos trazos de la monja.
A menudo, allá en el cautiverio, seguro de su fe en Dios, se preguntaba si Dios creía en él, en el pobre Juanico, pues le trataba de mala manera y le propinaba tan grandes penurias. Ahora estaba seguro de que siempre se mantuvo a su lado, nunca le abandonó; esos meses de prisión fueron causados por los inextricables designios divinos.
Se acostó al poco rato, agotado y exhausto, en uno de los catres de las celdas del convento, sin duda incómodos y espartanos, que le pareció casi un tálamo nupcial de blandas plumas.
“Dios cree en mí”, murmuró para, al fin, entregarse a la dulce libertad del sueño que arriba tras la pesadilla.


José Carlos Rodrigo Breto.

Esencias de lo herido

Esencias de lo herido

¿En qué os habéis convertido,
tú y tus tulipanes negros?
En boca que relata las esencias de lo herido
con sílabas de algodón deliberadas.
¿Y si contara con tu verso para ganar una guerra,
seguiría tu voz apuntalando el viento?

Sabrás que sigo cabalgando nubes,
si has respirado mi aliento,
y sembrando de alas las calles oscuras.
Sabrás que tiento a las madrugadas
con gritos prohibidos, con juramentos
y de tanto en tanto, y enardecido,
reenumero a Dios y subrogo tu cuerpo.

Y ya acampado en la sombra
acecho las curvas del silencio,
instalo trampas a palabras fugitivas
y muerdo con saña los bordes del tiempo.

Domingo Díaz

Cielo de Lancaster sin luna

Cielo de Lancaster sin luna

Del mundo de los vivos te ocultas,
entre moho y carcoma.
No quieres el pan de serrín
de los muertos en vida.

Westerkerk, cuervo nocherniego,
graznó a las horas,
a la penumbra de las horas,
desde su campanario.

Junto al bramido del cielo
-cielo de Lancaster sin luna-
el tiempo desleido en los canales,
tiempo que te navega del Jordaan a Belsen.

Temblorosa de fiebre pasaste a la Historia:
con Margot ya rendida en el suelo del barracón,
¡Padre!, gritaste envuelta en mantas,
mordida de tifus y piojos,
antes de irte como humo de ceniza.

José Carlos Rodrigo Breto


José Carlos Rodrigo

Escritor, nació en Madrid en 1967. Es Licenciado en Ciencias de la Información, rama de Periodismo, por la Universidad Complutense de Madrid. Desde 1990 ha venido colaborando en el área de cultura de numerosas revistas y publicaciones.
En 1994 publicó su primer libro en la editorial Cátedra, titulado Paul Weller: de la Ciudad al Bosque. En 1999 quedó finalista del II Premio Joven de narrativa con su novela Noche y Niebla, publicada por la editorial Nostrum en 2001. Con la misma editorial en 2003 ha publicado Los Pequeños Caballos Azules que, actualmente, se encuentra ya en la segunda edición.

Las carreteras no terminan en la hierba

Las carreteras no terminan en la hierba Dicen que los muertos no pueden,
no, no pueden conducir
autos a través de la noche,
que la casa no comienza en el aire
y su oleaje.
Y tal vez dicen bien, mi amor...
Pero es cierto y tú lo sabes:
que las carreteras no terminan en la hierba,
que bogan las lechuzas,
que se puede pisar el viento
y hacerlo crujir como pasto
mientras te desnudas y accedes,
tan guiado por la sombra,
hacia la casa,
hacia la muerte.


Montserrat Doucet. De El invierno de la rosa.Colección Abezetario.2003