No permitiré...
No permitiré a la noche
lanzar sus perros de presa sobre mi alma,
no permitiré, no,
ni admitiré a vacío alguno
secuestrar mi dicha con sus mentiras.
No permitiré a los miedos ajenos
sutilmente filtrarse traidores
por fisuras mentales reincidentes
para desvalijar mi casa,
recién amueblada de verdades nuevas.
Y no permitiré a la ira
y a su oculto ejército de látigos
envolverme en azules promesas
de venganzas edulcoradas.
No permitiré, no.
En esta compleja hora
de soberbias múltiples enmascaradas
aspiro no más a Ser
arqueólogo de humildes antiguas,
pedagogo de viejas trascendencias.
Domingo Díaz
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