Cielo de Lancaster sin luna
Del mundo de los vivos te ocultas,
entre moho y carcoma.
No quieres el pan de serrín
de los muertos en vida.
Westerkerk, cuervo nocherniego,
graznó a las horas,
a la penumbra de las horas,
desde su campanario.
Junto al bramido del cielo
-cielo de Lancaster sin luna-
el tiempo desleido en los canales,
tiempo que te navega del Jordaan a Belsen.
Temblorosa de fiebre pasaste a la Historia:
con Margot ya rendida en el suelo del barracón,
¡Padre!, gritaste envuelta en mantas,
mordida de tifus y piojos,
antes de irte como humo de ceniza.
José Carlos Rodrigo Breto
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