Violencia doméstica
Hoy he vuelto al mar con heridas nuevas,
las puñaladas certeras del miedo
y sus instantes traicioneros.
Compulsivas, las patadas de la ira,
dolorosos hachazos de soberbia,
crueles amputadores de tantas esperanzas.
Déjame descansar, carne irreverente.
Deja de destilar inmisericorde
la ira de lo ya extinto.
Basta de desgarrar con furia
los tapices coloridos de mi alcoba
y dame un poco de paz hipotecada.
No encontré agua para tanta sangre,
delatora y cobarde.
Pájaros miran y esperan
con su ronca algarabía de silencios.
Domingo Díaz
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