El "no" de la discordia
La negativa electoral francesa al Tratado Constitucional de la Unión tambalea los pilares europeos. Ésta vez los pronósticos del NO se cumplieron en el país vecino provocando una herida sangrante de gravedad en el seno de las instituciones europeas. El pueblo galo, en un amplio porcentaje de participación, da la espalda a la Carta Magna tras una campaña política disputadísima, donde ambos bandos han sacado sus mejores armas para el convencimiento popular hacia una Francia con y sin normalización estatutaria.
A pesar de todo y cuánto se veía venir, el "NO" ha conmocionado a la opinión pública del continente. Aunque muchos sondeos apuntasen a la negación y, sobre todo, los partidarios del "SI" aumentaran a última hora, los resultados no pueden dejar indiferente a las instituciones (Parlamento y Consejo), que deberán actuar de urgencia a partir de los comicios.
Los efectos generados desde la República francesa han influido tanto en la sensibilización democrática del resto de países, que la ratificación fracasó nuevamente en los Países Bajos y, posiblemente, como una caída de fichas de dominó, intervenga en decisiones similares en otro puñado de naciones.
Ahora las conjeturas aparecen, se multiplican en un sinfín de interrogantes que se abren. En un primer análisis surgen varios planteamientos que suscitan la reflexión cómo: ¿Nos encontramos los europeístas amenazados ante estos duros reveses sufragiales?
¿Qué vías resolutivas serán tomadas a partir de ahora? ¿Se paralizará el desarrollo electoral? ¿Se modificarán, suprimirán artículos básicos o incluso se podrá llegar a derogar el texto en su total integridad?
Las consecuencias de este rechazo todavía resultan incalculables. Mientras la clase política aún no cesa de mostrar su asombro, la incertidumbre se extiende ampliamente como una mecha de queroseno sobre un reguero de dudosa peligrosidad.
Tantos esfuerzos, tanto activismo corporativo hacia una ampliación cada vez más sólida y homogénea parecen caer en un retroceso, (o en el mejor de los casos en un estado de letargo) nunca previsto años atrás; e incluso en meses anteriores al arranque del referéndum.
¿Será el carácter eminentemente laico del Documento el peor valedor para la ciudadanía francesa y holandesa? ¿Será la dirección de crecimiento hacia geografías del Islam (el caso de Turquía) la que inpopulariza al electorado?
¿Será qué la ampliación hacia el Este infunde resquemores, dudas en el eje franco-germano?
Lo que está claro que el ciudadano teme algo cuando rechaza tan abiertamente una propuesta de adhesión cómo la que se le ha servido en este plato frío que es la consulta a urnas.
Esta negativa se presenta como un severo castigo otorgado al escenario gubernamental de una Europa no tan madura, crecida y desarrollada cómo se preveía por los acontecimientos políticos y económicos de los últimos lustros. Cuándo todos hemos visto que la criatura tiraba hacia arriba, cruzaba sin excesivos obstáculos los exámenes a los que se le ha visto sometida, cuando la confianza se había instalado en las mentes de muchos llegó el susto, la turbación, los recelos con un rechazo estridente y destemplado.
Algo no se ha realizado con corrección, algo todavía subyace en la conciencia colectiva de los estados cuando hay excesivas discrepancias de envergadura.
Europa, la nueva Europa estornuda mientras la vieja se resiste a dejar este mundo ya tan lejano a sus principios. Por fortuna la joven rebosa salud y fortaleza suficientes para restañar heridas al compás de la libertad y el progreso.
Ángel Fdez. de Marco.
A pesar de todo y cuánto se veía venir, el "NO" ha conmocionado a la opinión pública del continente. Aunque muchos sondeos apuntasen a la negación y, sobre todo, los partidarios del "SI" aumentaran a última hora, los resultados no pueden dejar indiferente a las instituciones (Parlamento y Consejo), que deberán actuar de urgencia a partir de los comicios.
Los efectos generados desde la República francesa han influido tanto en la sensibilización democrática del resto de países, que la ratificación fracasó nuevamente en los Países Bajos y, posiblemente, como una caída de fichas de dominó, intervenga en decisiones similares en otro puñado de naciones.
Ahora las conjeturas aparecen, se multiplican en un sinfín de interrogantes que se abren. En un primer análisis surgen varios planteamientos que suscitan la reflexión cómo: ¿Nos encontramos los europeístas amenazados ante estos duros reveses sufragiales?
¿Qué vías resolutivas serán tomadas a partir de ahora? ¿Se paralizará el desarrollo electoral? ¿Se modificarán, suprimirán artículos básicos o incluso se podrá llegar a derogar el texto en su total integridad?
Las consecuencias de este rechazo todavía resultan incalculables. Mientras la clase política aún no cesa de mostrar su asombro, la incertidumbre se extiende ampliamente como una mecha de queroseno sobre un reguero de dudosa peligrosidad.
Tantos esfuerzos, tanto activismo corporativo hacia una ampliación cada vez más sólida y homogénea parecen caer en un retroceso, (o en el mejor de los casos en un estado de letargo) nunca previsto años atrás; e incluso en meses anteriores al arranque del referéndum.
¿Será el carácter eminentemente laico del Documento el peor valedor para la ciudadanía francesa y holandesa? ¿Será la dirección de crecimiento hacia geografías del Islam (el caso de Turquía) la que inpopulariza al electorado?
¿Será qué la ampliación hacia el Este infunde resquemores, dudas en el eje franco-germano?
Lo que está claro que el ciudadano teme algo cuando rechaza tan abiertamente una propuesta de adhesión cómo la que se le ha servido en este plato frío que es la consulta a urnas.
Esta negativa se presenta como un severo castigo otorgado al escenario gubernamental de una Europa no tan madura, crecida y desarrollada cómo se preveía por los acontecimientos políticos y económicos de los últimos lustros. Cuándo todos hemos visto que la criatura tiraba hacia arriba, cruzaba sin excesivos obstáculos los exámenes a los que se le ha visto sometida, cuando la confianza se había instalado en las mentes de muchos llegó el susto, la turbación, los recelos con un rechazo estridente y destemplado.
Algo no se ha realizado con corrección, algo todavía subyace en la conciencia colectiva de los estados cuando hay excesivas discrepancias de envergadura.
Europa, la nueva Europa estornuda mientras la vieja se resiste a dejar este mundo ya tan lejano a sus principios. Por fortuna la joven rebosa salud y fortaleza suficientes para restañar heridas al compás de la libertad y el progreso.
Ángel Fdez. de Marco.
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