Alianzas del aire
Uno puede dormir tranquilo
cuando las amapolas alzan
su canto en la bahía del recuerdo;
cuando la arena de mis pies
vela armas,
y el pesado cofre de la alcoba
languidece.
Tanto rumor de la noche
sacia cualquier sed vital
en las ruginosas ventanas
del abandono.
Uno es abatido por las flechas
mientras el exterior orbita
con el paso cambiado
y confuso en el avance;
mientras los rayos del altozano
juegan frescos, jubilosos
en la infinitud del campo;
cuando las fronteras
deciden derribar
sus amenazantes torreones
ante la llegada del cierzo.
Reposan los brazos
como arroyos solo visibles
por el grafito de la memoria.
Se diluyen los ojos
en nubes de amatista,
en las simas de un corazón
que perdió cicuta y blindaje.
Rehuyen las manos;
se fuga la mente:
marea entre dos fuerzas
que, hoy, cercenan tu nombre.
Uno puede dormir tranquilo.
Lirios de acero restauran
alianzas del aire.
álibe
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