El santuario de las mariposas
Humedal de Ontígola
Autómatamente, con los pies y la mente encallados hacia la diáspora de la imaginación, se dirige el doncel al humedal de los sueños.
Antes de su llegada confunde pasos, desorienta el trazado que le bendecirá, consulta a un ente solitario el medio para alcanzar el santuario con el que coaligar con la luz.
Una vez dentro del tupido laberinto, se preguntará…
1.- Qué sientes maleza cuando repueblas de vida a los lepidópteros que preparan, de nuevo, su carnaval primaveral.
2.- Qué se siente junco cuando velas por la salud del embalse sin más apoyo que la asimétrica generosidad de los espíritus.
3.- Qué se siente mariposa al contemplar como un simple mortal se empeña en codificar tus piruetas, y, bien sabes, que fracasará en el intento.
4.- Qué se siente atalaya en tus vertiginosas poses, en el consumo amaderado del tiempo, en el perezoso latido de una lluvia que confunde su salto al vacío.
5.- Qué se siente lagarto, qué se siente tábano en tu harén de heces cuando la colmena humana os ignora éste cónclave de fertilidad y aislamiento.
No todas las sendas te veneran, santuario. Me encaramo desde la nube. Gira la rueca de las horas. Una garza planea sobre los renglones agrestes del destino.
Álibe
De apátridas
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