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CÁLCULOS DEL AIRE

La otra acera

La otra acera

Para contrariar la costumbre, nuestros gobernantes han decidido que las calles de esta ciudad no tengan más que una acera. De manera que, invariablemente, tendremos que desplazarnos siempre por el mismo lado.
Se podría esperar que dicha medida provocara grandes escándalos y que suscitara uno que otro levantamiento entre nuestros conciudadanos, pero no ha sido así. Con buen ánimo, cada uno de nosotros ha sabido habituarse a la particularidad de estas calles.
Como una muestra cabal de nuestro respeto por las leyes (se equivoca quien hable de sumisión), hemos comenzado por suprimir ese ligero movimiento de levantar la mano y saludar a quien camina en frente.
Con el correr del tiempo y llegado el momento de escribir la historia, no habrá quien recuerde que un día, todos a una, acordamos de buena gana suprimir también ese brazo que nunca más volveríamos a levantar. Después de todo, no era más que una extremidad inútil que ya no tenía cabida en el paisaje de nuestra amada ciudad.

 

Carlos Adolfo de la Hoz Albor

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