Una manzana de luz
Una manzana de luz se reparte en heridas de cristal.
Los días lucen desterrados.
Todo aquí es génesis.
Azogada pradera, si no sombra de diluvio, ¿qué eras
cuando los días no se marchaban?
En estos espacios la claridad me lleva de la mano bajo
aves ligeras.
Este es el sitio que la arena sepultó en la siesta
del tiempo.
Aquí el verdor reconquista el reino de los encantadores
de neblina.
Por las vértebras de sal de la noche bogan los mendigos.
Los transeúntes buscan sus almas solos.
Por entre árboles morados ángeles negros tocan la noche
de cuero de cocodrilo. El cielo se pega a la costra de los
vegetales. Un pueblo aplastado por las pezuñas de la luna
desentierra voces sepultadas por marejadas de exilio.
Un adolescente oscuro mira desde un trono de luciérnagas
el paso de las cebras como cordón de brasas. Pasa un
elefante herido.
Bajo este cielo de cerámica, ritual, sólo un espejo de
arena donde se miran ojos cenicientos de víctimas inútiles.
Rafael Cadenas
Los días lucen desterrados.
Todo aquí es génesis.
Azogada pradera, si no sombra de diluvio, ¿qué eras
cuando los días no se marchaban?
En estos espacios la claridad me lleva de la mano bajo
aves ligeras.
Este es el sitio que la arena sepultó en la siesta
del tiempo.
Aquí el verdor reconquista el reino de los encantadores
de neblina.
Por las vértebras de sal de la noche bogan los mendigos.
Los transeúntes buscan sus almas solos.
Por entre árboles morados ángeles negros tocan la noche
de cuero de cocodrilo. El cielo se pega a la costra de los
vegetales. Un pueblo aplastado por las pezuñas de la luna
desentierra voces sepultadas por marejadas de exilio.
Un adolescente oscuro mira desde un trono de luciérnagas
el paso de las cebras como cordón de brasas. Pasa un
elefante herido.
Bajo este cielo de cerámica, ritual, sólo un espejo de
arena donde se miran ojos cenicientos de víctimas inútiles.
Rafael Cadenas
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Ernesto -