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CÁLCULOS DEL AIRE

Molinos de viento

Molinos de viento

Para amoldarse a los incipientes tiempos que corrían, donde el reciclaje de residuos y el ahorro en las energías no renovables son las mejores herramientas para no embargar el futuro del planeta, la directiva de Mecaplast decidió construir una nave anexa a la principal de producción, donde revestimientos de plástico defectuosos se tratarían convenientemente para volver a utilizar el material de que estaban hechas.
El nuevo almacén era como una caverna de estalactitas donde las piezas emergían de todos los lados formando columnas, que en un intento infructuoso de abrazarse con las telarañas del techo se desmoronaban por el suelo esparciendo sus trozos por doquier. Había unos grandes contenedores de cartón, y cada uno albergaba en su interior los productos rechazados, seleccionadas convenientemente por colores y tipo de material reciclable. Al fondo, en un recodo de ruido, el run run de una máquina imponente e intimidatoria dejaría sorda a una manada de elefantes. Se trataba, indudablemente, del molino.
El diabólico artefacto era una caja opaca de hierro con una gran boca que devoraba todo lo que le echaran. Tenía metro y medio de alzada y a sus pies había una plataforma para subirse a ella y así ponerse más a la altura del triturador. Dentro, un complicado compendio de engranajes y cuchillas de acero, giraban con un movimiento mareante para despedazar cualquier objeto que cayera en sus entrañas. Podía reducir un simple cenicero de plástico a miles de partículas. Luego estos trocitos se volvían a utilizar mezclándolos con material nuevo para producir las distintas partes del automóvil.
Y al frente de todo este mecanismo estaba Juanito. Sabía siempre qué moler de las distintas referencias. La cantidad exacta en las mezclas, el tipo de componentes de cada pieza. Era el mejor. Bruñido en profusos años de experiencia, se tomaba su trabajo muy en serio. De edad madura, se acercaba con peligro de perder la juventud al horizonte de los cuarenta. Sus brazos eran un mapa de tatuajes protesta, rúbricas de un pasado tormentoso, que llegaban incluso al pecho desparramándose por una gran panza hinchada probablemente por el exceso de alcohol. Pero todo el mundo le quería y la prueba más fehaciente era que le seguían llamando cariñosamente por el diminutivo de su nombre.
El 4 de julio, glorioso día de la independencia estadounidense, Juanito había realizado, como siempre, sus quehaceres diarios con ahínco y devoción, cuando a media mañana el encargado que le tenía bajo su mando, un señor serio y con bigote, tras buscarle por toda la fábrica no consiguió encontrarle por ningún lado.
Escudriñó por todos los departamentos de oficinas, en la nave de logística, en la zona de los filtros, en todas partes, pero ni siquiera la estela de perfume caro que desprendía Juanito se podía olfatear por ningún lado.
Albergando en su interior una preocupación mal disimulada, fue preguntando a los trabajadores si alguien lo había visto. Conforme la vela del tiempo se iba consumiendo el desconcierto anidaba en todo el personal que no dejaba de preguntarse dónde estaría Juanito. Nunca antes se habían hecho tantas investigaciones para encontrar a una persona en la fábrica, casi cuatro horas, aunque con frecuencia la gente desaparecía por un largo periodo de tiempo, era algo pasajero que no pasaba de ser un simple escaqueo.
Mientras, en la planta de producción, un suceso extraño empezaba a surgir. Algo iba mal. Saltaban las alarmas de las máquinas y las piezas eran fabricadas con falta de llenado o con ráfagas de otro color. Los mecánicos modificaban parámetros y datos pero no conseguían dar con una solución acertada al problema. Poco a poco la fábrica va parando prácticamente entera. Los técnicos de calidad se ponen de inmediato a estudiar el fenómeno y uno de ellos, al inspeccionar el octavin de materia prima, descubre trocitos de partículas desconocidas. Hay gránulos de plástico manchados de una sustancia roja ennegrecida, parecen coágulos sangrientos.
El laboratorio se convierte en un frenesí de pruebas y análisis, y finalmente los expertos llegan a una horrorosa conclusión. Tras analizar la mayor parte del material, no hay duda de que está mezclado con pelos, huesos, sangre y carne pertenecientes a un ser humano.
Se trataba, sin lugar a dudas, de un asesinato. Por lo tanto, los hechos se pusieron en conocimiento de la policía, que las primeras pesquisas las realizó reclamando el visionado de la cinta de video grabada por la cámara de circuito cerrado de vigilancia de la nave de reciclaje, para ver cómo llegó el cuerpo al octavin de material y lo más importante, saber de quien se trataba, aunque todos podían intuirlo.
La proyección de la película tuvo lugar en las mismas instalaciones, junto al inspector estaba el director de la fábrica y el jefe del molino, ya saben, un señor serio y con bigote. La grabación desprendía un horror que inundó la sala por la crudeza de los hechos. Y dejó abierta la pista para una necesaria y minuciosa investigación sobre lo acaecido en la fábrica.
La cámara, situada en un ángulo superior del techo, abarcaba con su ojo escudriñador la mayor parte del recinto, en una esquina situado en mitad de la nada un amenazador y estático artefacto metálico rugía con sus fauces abiertas. Lo que parecía un gigante no era otra cosa que el molino, que igual que a Don Quijote en su aventura de los molinos de viento, imponía y acobardaba a cualquiera.
Por allí deambulaba Juanito, después de hacer el cambio de turno, hablando con el operario saliente y entreteniéndose con papeleos inútiles. A lo largo de la mañana, ausente del mundo real, se enfrascaba de lleno en su trabajo, perdido entre plásticos de colores. De vez en cuando aparecían otros trabajadores que le llevaban un poco de compañía y cientos de piezas que él, cortesanamente y con celeridad, ubicaba en el sitio adecuado.
Pero una de las visitas hizo mucho más que entregarle el material. Como prueba de amistad y compañerismo se subió encima de la plataforma para ayudarle a echar piezas. Y en un descuido, de improviso, el visitante, al que todavía no se ha identificado, le cogió por los tobillos e izándolo con una facilidad hercúlea le metió de cabeza por la boca del molino, y sin quedarse a ver el desenlace de su mezquina acción, salió corriendo.
Pronto el desaforado movimiento de las piernas de Juanito en un intento baldío por escapar, cesó. Y la máquina antropófaga fue engullendo, con brevedad, el cuerpo inerte. Poco a poco, con parsimonia y deleite se veía cada vez menos piernas, luego desaparecieron los muslos, los gemelos, los tobillos y finalmente los pies se hundieron en el abismo de engranajes y cuchillas. Para formar parte del material de recorte.
Del asesino, nada se sabe, pues la calidad de la cinta está defectuosa y no se distingue con claridad el rostro del trabajador, pero todos los indicios apuntan a que fue el aprovisionador de materia prima. Pero no se descarta que fuera su jefe, un señor serio y con bigote, por líos de faldas e infidelidades. Pero eso, ya es otra historia.

Fernando García.Critilo

4 comentarios

Jordan 13 -

Grief is itself a medicine.

Ewarick -

Una lástima los dos comentarios anteriores, si me disculpan rebondan en ignorancia, Me parece interesante encontrar información sobre molinos de viento, mas no es lo que necesito especificamente, me gustaría saber quien tiene un metodo de calcular la eficiencia energética de estas máquinas del pasado y el futuro
Gracias

m ----c -

no se para que sirven los molinos y aqui tampoco sale xao

karen marulanda -

los molinos no son nada importante igual que las ex amigas que son mas sapas que quien sabe que