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CÁLCULOS DEL AIRE

Sierra de Guadarrama - Cercedilla

Sierra de Guadarrama  -  Cercedilla

Un imperioso sol vino nuevamente a instalarse en una jornada predestinada a la incursión naturalista. El cielo despejado, de un otoño en declive, vendría a configurar un sábado quizás con menos protagonismo que otros; la ociosidad de tantos días festivos tuvo sin dudas mucho que ver en esta apreciación. Tal como fuese, se estimó que sería el óptimo para acudir a la Sierra de Guadarrama, y paladear hondamente rutas y senderos de brillante interés. Por supuesto que los excelentes pronósticos no defraudaron a nadie. Un breve resumen del itinerario escogido para la ocasión fue el siguiente:


* Partida desde la Calzada Romana de Cercedilla.

Inicio de la ruta a través de una pista asfaltada que daría lugar, un par de hectómetros después, a un abrupto pavimento lleno de lajas, piedras y rocas enclavadas por una senda en progresivo ascenso. La marcha se efectuó tranquila, a buen ritmo, en silencio, con miras en ascender por unas escarpaduras llenas de recodos y parajes singulares.


* Subida a la cumbre del Puerto de la Fuenfría.


En las últimas rampas de acceso a la cumbre surgió el hielo como peligro y dificultad añadida. A pesar de las aún pírricas precipitaciones en nieve por las inmediaciones del alto, las superficies heladas nos crearon alguna complicación para mantener, a buen recaudo, el centro de gravedad.


* Camino Schmid.


Travesía, senda forestal de baja dificultad donde el paraje atiborrado de pinares y vegetación de montaña nos recreó la vista, nos encandiló el espíritu y nos dispersó en un asueto físico, muscular.


* Mirador de la Reina.


Alto, punto álgido de nuestra ascensión. Altura aproximada: mil doscientos metros. El mirador consta de una muralla pétrea levantada sobre peñascos de solemne espectacularidad. Las vistas desde allí merecen casi contener la respiración durante segundos para nutrir con acopio el lado místico, esplendoroso de este magnánimo rincón.


* La Pradera.


Espacio abierto, amplio, de verdor lascivo y encolado, provisto de sólidas composiciones de piedras que invitaban a recordar pequeños menhires y dólmenes ¿quién sabe si para desarrollar en alguna lejana época sacrificios rituales, sagrados?


* Mirador de Vicente Aleixandre. Mirador de Luis Rosales.


En estas estancias mejor dar pie a la meditación, a la observación serena y alejada de cualquier perturbación ordinaria, mejor tomar aire, neutralizar cualquier pensamiento sombrío, y lanzar a vivo pulmón un grito de libertad hacia el conjunto de panorámicas laderas.
Esquina de poetas, de bandoleros, de maquis, de épicos convites en diversas fases de la historia que, con fiabilidad, verían la luz por las cercanías de estos “nidos del paraíso”.


* La ducha de los Alemanes.


Gracioso conjunto de piedras y deshielos, armoniosa composición acuática de frescor y estampa otoñal.

El resultado combinado de la ruta pudo catalogarse de exitoso. A la bonanza climática se le añadió el aceptable estado físico de los excursionistas, y el disfrute visual alcanzado en las horas empleadas en cubrir los tramos.
Nadie podrá predecir si regresaré algún día por estos fulgurantes horizontes; eso sí, nadie podrá eliminar de mi bitácora existencial este pequeño capítulo saboreado con la devoción de un sommelier.


Ángel Fdez. de Marco (Álibe). 2005

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