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CÁLCULOS DEL AIRE

Navacerrada

Navacerrada De nuevo la vocación viajera regresó a mis fueros para deleite inmemorial y extraordinario. En esta ocasión el punto de destino fue las cercanías del Puerto de Navacerrada, y los tripulantes de la expedición lo compusimos un nutrido grupo de personas madrileñas y pucelanas vinculadas al entorno de Rafa. Hasta aquí todo perfecto, y aún más cuando en el transcurso de las horas se pudo comprobar una algazara permanente en la totalidad de integrantes de esta componenda senderista.
Desde primeras horas de la mañana tuvimos que ponernos en marcha para emprender el recorrido organizado por nuestro avezado guía.
En las inmediaciones de Pza. de Castilla se acordó organizar la primera cita de la mañana (sobre las 8:45 horas), para emprender el viaje a la sierra; allí nos encontramos por primera vez con Matías, Paqui, Esperanza, Virginia y su pareja –disculpen la omisión del nombre; la memoria suele otorgarme más de un apuro últimamente-.
Sin perder tiempo, después de las presentaciones, pusimos motores en marcha camino de las estribaciones serranas con el entusiasmo inoculado en órganos y arterias, con una mediocre verborrea: síntoma inequívoco de las escasas horas de sueño, y con la segura percepción que la jornada prometería un capazo de momentos espléndidos, magníficos, radiantes.
Tras la sinuosidad de la carretera arribamos a lo que podríamos denominar campamento base. En él tuvimos que esperar escasos minutos al grueso del conjunto vallisoletano para comenzar el fascinante periplo que aguardaría durante todo el día.
A partir de ahí describir cada paso, cada perspectiva observada en cada rincón, recodo o travesía resultó ser tarea compleja, poco edificante, en relación al placer generado por la belleza reinante de los parajes descubiertos. Parajes multidimensionales de arboledas de pinos robustos y enhiestos vigilando como centinelas verdes y dispuestos a la emboscada, parajes de helechos jugosos y frescos dispendidos por buena parte de la orografía accidentada de los puntos visitados, y naturaleza de montaña en un espejismo absoluto de hermosura y exuberancia poco habitual a escasos kilómetros de lugares urbanizables, próximos a la metrópoli.
Hasta los nombres de los enclaves guardaban un cierto halo bondadoso y especial con las geografías escarnecidas por nuestras pisadas. Descubrir y permanecer en la Boca del Asno, ascender por la empinada Fuente de La Reina, ser testigo de la presencia del Río Cinco Fuentes, merodear en el seno de la Cabeza de Hierro Mayor, y paralizar la marcha recreando y avituallando el cuerpo, el ánima, la mente en el Canto del Coyote, sirvió para colocar la guinda en este postre naturalista de atractivo superior.
Motivos para congraciarse con la autenticidad espiritual del planeta siempre existen pese a las limitaciones coyunturales del hombre. Desde luego, el pasado Sábado, hubo una poderosísima razón para cumplir con este precepto tan evidente como esencial y justificado.

Ángel Fdez.de Marco

1 comentario

Carmen Mangue -

Me asonbra y me alegra, que todavia exista gente capaz de escribir sobre cosas bellas. Ahora, al leer tu texto, me doy cuenta que, solo hace falta un poco depasión, para hacer que el mundo sea mejor de lo que es.
Mucho animo, y buena suerte en todo lo que hagas. Y cuando te sientas abatido, piensa que no llueve eternamente.