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CÁLCULOS DEL AIRE

Las ciudades invisibles

Las ciudades invisibles

Obra curiosa, compleja de clasificar, agudísima e interesante la que el autor Italo Calvino tiene la gentileza de ofrecernos en "Las ciudades invisibles".
Con una óptica humanista muy lúcida e imaginativa, el escritor italiano logra ubicarnos por un mágico trazado de villas, concomitante a las realizadas por el legendario Polo. A través de extraordinarias descripciones físicas, reminiscencias de esplendores pretéritos, Calvino disecciona la piel de cada rincón, paraje o mobiliario urbano que encuentra en un alarde constante y fantasioso de deseos incumplidos ante las rémoras de la decadencia y declives humanos. Todo orgullo terrenal que observa desde su atalaya, toda volubilidad y ambición que extrae de cada lugar confeccionado por su rico imaginario, y cada instinto de venganza contra los peligros de nuestras actuales sociedades, lo simboliza particularmente con los topónimos femeninos a los que alude en la novela. Al igual que el espíritu de la mujer tan bello e impredecible, tan distante como a la vez próximo a la seductora emoción de los sentidos, las ciudades de Italo transitan entre los espacios poco definidos del paroxismo y los de una realidad transfigurada en ordalías de brillos oníricos. Una pequeña muestra de ello puede percatarse en los parajes de Zobeida, donde la ciudad es fundada por el delirio de unos colonos subyugados al sueño mitológico; de Eutropia donde sus vecinos emigran temporalmente no sólo de municipio sino de hábitos de vida; o de Eusapia o Baucis, entidades cuyos moradores deciden extrapolar sus actividades hacia réplicas exactas bajo tierra y sobre el aire.
Hay un gusto perpetuo de revelación manifiesta de actitudes (algunas sorprendentes, insólitas) y de verdad aderezada por los afeites de la memoria: cumbre final de las pretensiones del individuo de cualquier condición o época. El reclamo de la palabra es aquí la única vía en la que la justicia aspira, junto a la belleza, libertad y progreso, a desbancar a la tiranía de la sinrazón e inconformismo humano.
Utilizando un estilo de expresión sencillo, pero preciosista en ciertos recodos, conciso pero acompañado de matices históricos, la obra no cesa de provocar una neblina sugestiva de alto valor y agradable compañía. A veces estas hechuras discursivas, nutridas a partes similares por el gusto cientificista y poético, llegan a recordar al gran Borges de El Aleph o Ficciones.
Su escaso centenar de páginas representan un universo algorítmico de pasiones y anhelos por los que el alma mortal camina en la penumbrosa existencia.

Ángel Fdez. de Marco

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