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CÁLCULOS DEL AIRE

LAUREDAL

Estrategia de los Reinos Combatientes

Estrategia de los Reinos Combatientes

Los usurpadores se establecían como señores y reyes;los estados que eran gobernados por pretendientes y conspiradores armaban ejércitos para aumentar su poder. Se imitaban unos a otros cada vez más,y quienes vinieron después de ellos también siguieron su ejemplo. Posteriormente se combatieron y destruyeron entre sí, conspirando con los reinos mayores para anexionar los reinos menores, empleando años en operaciones militares violentas y anegando los campos de sangre.
Padres e hijos eran apartados entre sí, los hermanos estaban enemistados, maridos y mujeres estaban separados. Nadie podía poner a salvo su propia vida. Desapareció la integridad. Más adelante todo esto llegó al extremo de que siete grandes estados y cinco estados más pequeños lucharon entre sí por obtener el poder. Todo esto sucedió porque los reinos combatientes eran vergonzosamente codiciosos y luchaban insaciablemente para prosperar.

El proveedor de iniquidades Monk Eastman

El proveedor de iniquidades Monk Eastman Desde 1899 Eastman no sólo era famoso. Era caudillo electoral de una zona importante, y cobraba fuertes subsidios de las casas de farol colorado, de los garitos, de las pindongas callejeras y los ladrones de ese sórdido feudo. Los comités lo consultaban para organizar fechorías, y los particulares también. He aquí sus honorarios: 15 dólares una oreja arrancada, 19 una pierna rota, 25 un balazo en una pierna, 25 una puñalada, 100 el negocio entero. A veces, para no perder la costumbre, Eastman ejecutaba personalmente una comisión.
Una cuestión de límites (sutil y malhumorada como las otras que posterga el derecho internacional) lo puso enfrente de Paul Kelly, famoso capitán de otra banda. Balazos y entreveros de las patrullas habían determinado un confín. Eastman lo atravesó un amanecer y lo acometieron cinco hombres. Con esos brazos vertiginosos de mono y con la cachiporra hizo rodar a tres, pero le metieron dos balas en el abdomen y lo abandonaron por muerto. Eastman se sujetó la herida caliente con el pulgar y el índice y caminó con pasos de borracho hasta el hospital. La vida, la alta fiebre y la muerte se lo disputaron varias semanas, pero sus labios no se rebajaron a delatar a nadie. Cuando salió, la guerra era un hecho y floreció en continuos tiroteos hasta el 19 de agosto del novecientos tres.

Historial universal de la infamia (1935). J.L. Borges