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CÁLCULOS DEL AIRE

Pelahustán

Pelahustán

Recalando de nuevo frente al volante, sumido en el impulso del descubrimiento y la chispa de la sorpresa viajera, regreso, un domingo más, al cubil real de los sueños cotidianos. Con la legaña matutina aún inserta mientras los rayos atmosféricos perpetran su misión diaria, mi mente —aún embotada por las numerosas actividades pasadas— se cimbrea entre los juncos de la luz y la aparente ansiedad. Tal circunstancia no será obstáculo para emprender la vestidura del atrevimiento y encaminarme hacia la Serranía de San Vicente (próxima a la celebérrima y gloriosa Sierra de Gredos).

Otra vez deseo pasar el rastrillo por la intencionalidad exploradora. Me obceco en creer que tal predisposición se sustenta mucho más lejos de una sólida tendencia al encuentro natural, a la singular contemplación de elementos arquitectónicos tradicionales, a la búsqueda y posterior embelesamiento de espacios que parecen etiquetados con la placa de lo exclusivo, insólito; considero que existen elementos que derivan de un sentimiento de liberación al acometer los trayectos que se dispersan como balines de escopeta veraniega por la España rural y de interior.

Sea cual fuere el ángulo primordial de las escapadas es irrefutable que me esperan sinuosos recorridos que parecen indemnes a los vaivenes de la actualidad; una naturaleza radiante que, en este epílogo primaveral especialmente molesto por los malditos pólenes, comienza a agostarse; sé que me ofrecerán su venia silencios capitulares; caminos, sendas y veredas que se muestran seguros e insobornables ante las limitaciones del observador peregrino.

Más allá de la belleza, más allá de la acción desafiante que supone cruzar laberintos geográficos sobre el tablero hispánico del olvido, fluye un plano de imprecisos límites. Siempre que bordeo un territorio desconocido, a veces cuando atravieso minúsculos poblados de extraño nombre, se refleja, en mi rostro, un destello que me conmina a perseguir nuevas sombras que puedan aliviar la desazón de los días; siento la necesidad de participar en un juego donde la pureza y la verdad forman los principales puntos cardinales del mismo.

Entre cauces metafísicos y demás componendas de hondura vuelvo a coleccionar nuevas estampaciones en mi álbum de recuerdos. Impregnados en la retina del cuore permanecerán las vitales masas boscosas que nutren el horizonte, los mastodónticos falos pétreos que gobiernan poéticamente a las villas de Pelahustán y Castillo de Bayuela, la presencia energética de la piedra y el seductor aislamiento, las gratas y apacibles conversas mantenidas con la otra parte del miniequipo de ruta.

A estas alturas concibo viajar como abrir una amplia red que nos conceda capturar estímulos ante el espejo de la redención.

 

 

Álibe

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