Oreja: emoción de juventud.
Desde edad juvenil el magnetismo, el impacto que me causó la torre desvencijada de Oreja y aldea fueron considerables. Rebobinando en el archivo de la memoria regresan, a la luz de la actualidad, incursiones nocturnas hacia aquellos parajes en compañía de amigos poetas en una actitud de encuentro y veneración. A pesar del rápido transcurrir del tiempo éstos pletóricos enclaves continúan alimentándome de historia, de poética, de pespunte esotérico y, celebro, con grata nostalgia, que entidades culturales de Aranjuez rescaten del olvido un espacio tan repleto de fascinante simbología. A continuación, como producto de la idealización ensoñadora de Oreja, un poema gestado por la mente creadora de Alberto Lominchar. Es una maravilla percibir que aquellas experiencias pudieron nutrir llamas reveladoras, muy longevas de fantasía y amistad.
Aurelia en Ruinas
Atardece:
Formas y sonidos se combinan,
hacen de esta calma
refugio para el visitante.
Entre lienzos derruidos,
descansan en el tiempo
quehaceres y personajes
tenues hitos que se hunden
en el mar de las leyendas;
Aquí,
el silencio certifica
lo fútil de las batallas,
de los esfuerzos,
de los imperios,
de tanto vano intento de alcanzar significado.
En un marco de abandono,
tres amigos analizan
el paisaje de la historia;
Tres poetas que perciben en las sombras
el austero murmullo de los días,
la silente agonía del olvido.
Mirad:
Sus sentidos embriagados permanecen
cual si captados por el aura
de un esplendor ya distante;
Pero la noche progresa, y,
mientras las brasas del ocaso aún refulgen,
el trío de bardos va regresando a sus lares,
llevando entre sus recuerdos
paz,
armonía
y reposo:
Devolviendo al dios silencio
el dominio de esta plaza.
© Alberto Lominchar Pacheco
© ERRÁTICO ALBOR
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