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CÁLCULOS DEL AIRE

Y, de repente, la víbora sucumbió

Y, de repente, la víbora sucumbió

Por Ángel Fdez. de Marco


Ossama Bin Laden es ya historia. Su veneno tan mortífero desde sus criminales y sanguinarias fechorías ha sucumbido bajo el sello justiciero de América en una acción rocambolesca, con tintes heroicos, de guión hollywoodiense. El enemigo número uno de Occidente ha sido eliminado del mapa, a las bravas, a quemarropa, tras una neblina de celeridad y misterio, de conspiración y trabajos sin cuartel de los servicios de inteligencia y del gobierno de Obama, que ha conmocionado al planeta en cuestión de minutos. La realidad es la que es, los hechos no reservan otro contexto en el que poder especular.
Ante este panorama la lucha contra el terrorismo dispone de varios planteamientos a los que, desde estos momentos, deberá hacerse cargo, centrar su atención con la mayor diligencia y acierto posible. Con la muerte de la víbora del desierto ¿acabará o mermará la amenaza integrista? Con el aparente vacío de liderazgo de la célula nodriza de Al Qaeda los resortes y conexiones ¿podrán mantener su actividad de mal, su sed de venganza, su voluntad enloquecida de implantación del temor y sometimiento al mundo de los “infieles”? Y después de la serpiente ¿caerá después el cuervo, el pelícano, el carroñero de rapiña en búsqueda de nuevas presas?
¿Afectará este golpe de efecto (pues no creo que se pueda interpretar de muchas maneras) a los órganos de decisión norteamericanos para neutralizar o aminorar sus operaciones militares en oriente medio? ¿Es suficiente este bocado suministrado a la garganta de la bestia para desangrarla por completo, en su totalidad?
Las repúblicas islamistas que, como incandescentes polvorines, han levantado al unísono la voz contra la tiranía despótica de sus líderes, tomarán actitud de reflexión pudiendo comprobar como sus destinos de libertad estarán más cercanos si no cesan en el brío de cambio, y en la voluntad de crear estados más justos, racionales, insobornables ante el lenguaje de la doctrina dogmática como discurso único para adocenar a las masas.
Deberemos esperar nuevos capítulos de un entramado que, como un virus resistente, mordaz y demoledor espera el momento de provocar su estallido de virulencia ante la sorpresa de la víctima, ante un instante de debilidad o descuido con consecuencias trágicas.
El mundo empezó a orbitar con una aceleración distinta, extraña, sorpresiva. Los vientos de transformación azotan nuestro planeta con la calima de la confusión en su piel. Mantenerse alejados de ellos, además, no es posible. Por lo tanto: vivamos con la expectación.


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