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CÁLCULOS DEL AIRE

Los vampiros del Río

Los vampiros del Río


Narran las crónicas que por las recónditas tierras del Perú oriental subsisten unos personajes que, alejados del orden gubernamental, siembran el terror y el homicidio entre extraños rituales incas. Son los vampiros del río Huallaga que bajo un difuso barniz de fantasía o realidad revivirán, a perpetuidad, en el inconsciente popular.


Desde la espesa jungla del Huallaga
cuya niebla, hemanastra del sol,
recibe los dones de la llovizna,
se asoman las sombras incas del mal
junto a la epidemia de su nobleza.

Soberbios tucanes sobre los techos
las resguardan del limo misterioso,
mientras la noche, siempre, avizorada,
espera como si fuera proscrita.

¡Por fin!, una víctima ya recala
sobre el verde nido del no regreso;
confundiendo la luna con su andar,
enhebrando el aliento en la vereda.

¡Qué espanto padece la oscuridad!
Cuando ve la intención del bandolero
que afila su wincha al son de los grillos,
que apura su tabaco sobre el alcor
¿en quizás una última y cruel espera?

Aún las lianas se ven supirar
y beber de sus cercanas reservas,
y las siniestras plantas atrapar
insectos entre charcas y eucaliptos
pues esta tierra nació con olor
a sangre de hiena, a cocotero,
a traición rubricada en soledad.

El hombre siempre fue criminal punto
para el sílice helado de las venas.

Aún no sé el porqué del sacrificio,
el porqué del unto de las estrellas
que, como humanas, siempre palidecen
en los perversos umbrales del légamo.

Recuerdo aquellos versos que decían:
“Qué fácil es entrar por la portilla
del sol y perder la huella de salida”.

Allá, en esta tierra saboteada
por las férricas sombras de la sangre,
todo es enfermizo, ¡todo!, hasta el aire
con las copas y el rito de la ceibas,
y el terruño que yergue al campesino
al contacto con tantas impurezas.
Hasta el hilo vital se debilita
cual reguero de rocío que cava,
resignado, el musgo de su martirio.

¿Sabrá repicar mudeces el tiempo?
¿Podrá la tullida cría del cóndor
perdonar herejías sobre el nido
que, a mi vera, sucumbe de frío?

Todo rastro es convite al misterio.
Collares de pirañas sobre el río.
Por él ya no pululan negras larvas
en cambio, sí, puentes que confunden
la temperancia con la hostilidad.

Siempre ver la muerte de un hombre honrado
tendrá menos valer
que la mueca invisible de una incógnita.

Álibe

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