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CÁLCULOS DEL AIRE

Pelahustán

Pelahustán

Recalando de nuevo frente al volante, sumido en el impulso del descubrimiento y la chispa de la sorpresa viajera, regreso, un domingo más, al cubil real de los sueños cotidianos. Con la legaña matutina aún inserta mientras los rayos atmosféricos perpetran su misión diaria, mi mente —aún embotada por las numerosas actividades pasadas— se cimbrea entre los juncos de la luz y la aparente ansiedad. Tal circunstancia no será obstáculo para emprender la vestidura del atrevimiento y encaminarme hacia la Serranía de San Vicente (próxima a la celebérrima y gloriosa Sierra de Gredos).

Otra vez deseo pasar el rastrillo por la intencionalidad exploradora. Me obceco en creer que tal predisposición se sustenta mucho más lejos de una sólida tendencia al encuentro natural, a la singular contemplación de elementos arquitectónicos tradicionales, a la búsqueda y posterior embelesamiento de espacios que parecen etiquetados con la placa de lo exclusivo, insólito; considero que existen elementos que derivan de un sentimiento de liberación al acometer los trayectos que se dispersan como balines de escopeta veraniega por la España rural y de interior.

Sea cual fuere el ángulo primordial de las escapadas es irrefutable que me esperan sinuosos recorridos que parecen indemnes a los vaivenes de la actualidad; una naturaleza radiante que, en este epílogo primaveral especialmente molesto por los malditos pólenes, comienza a agostarse; sé que me ofrecerán su venia silencios capitulares; caminos, sendas y veredas que se muestran seguros e insobornables ante las limitaciones del observador peregrino.

Más allá de la belleza, más allá de la acción desafiante que supone cruzar laberintos geográficos sobre el tablero hispánico del olvido, fluye un plano de imprecisos límites. Siempre que bordeo un territorio desconocido, a veces cuando atravieso minúsculos poblados de extraño nombre, se refleja, en mi rostro, un destello que me conmina a perseguir nuevas sombras que puedan aliviar la desazón de los días; siento la necesidad de participar en un juego donde la pureza y la verdad forman los principales puntos cardinales del mismo.

Entre cauces metafísicos y demás componendas de hondura vuelvo a coleccionar nuevas estampaciones en mi álbum de recuerdos. Impregnados en la retina del cuore permanecerán las vitales masas boscosas que nutren el horizonte, los mastodónticos falos pétreos que gobiernan poéticamente a las villas de Pelahustán y Castillo de Bayuela, la presencia energética de la piedra y el seductor aislamiento, las gratas y apacibles conversas mantenidas con la otra parte del miniequipo de ruta.

A estas alturas concibo viajar como abrir una amplia red que nos conceda capturar estímulos ante el espejo de la redención.

 

 

Álibe

Yakushima

Yakushima

Detrás de la impronta musgosa

que impregna al feliz Jomonsugi¤

todo habita en verde roqueda.

Los riachuelos son sangre libre;

guareciéndose de la lluvia

observo a un ingenuo cervato.

 

En el interior de las brumas

cual extraño hechizo ancestral

el arco Torii echa raíces,

la humedad de los pensamientos

toma la senda de la noche,

dos figurillas de papel

alzan el vuelo sin destino.

 

¤Jomonsugi: arbol gigantesco y milenario de la isla nipona de Yakushima

 

 

Álibe

De Paraísos de bolsillo.

Método alibense

Método alibense

(Filtro 3)

 

Como luces del viento que afloran

en las rojizas lomas de la memoria,

 

como escalofríos crespusculares que laten

sobre los océanos del tiempo

subyace el dolor,

la agonía,

             la apología del color,

el conjunto de desavenencias

cuyas sombras son monolitos

adscritos al perfume de las nubes.

 

Nada permanece anquilosado.

La rueda del molino golpea

con fuerza. Un tibio aguacero

comienza a desbordarme

desde la cruz de los sentidos.

 

Álibe

 

   Pieza nacida, proyectada y moldeada en el seno de la actividad medusiana: "Los Librocidas" y que tuvo el honor de originarse bajo la laureada sombra del poeta español Jorge Manrique. En su eterna e imperecedera memoria.

 

La Morada de Álibe.  09/02/19.  Aranjuez.

Pasaje a la eternidad

Pasaje a la eternidad

Aunque la noche no fuera lo reconfortante que hubiera deseado y, el sueño, escaso, apenas haya sido lo reparador que uno hubiese querido, el calendario, en rojo, perfectamente marcado, no dejaba ningún género de dudas: tocaba salir a una nueva ruta dominical. El caserío de Villamanrique de Tajo esperaba.

Sobre las 10:30 la Sra. Ciurea y servidor iniciamos el viaje, y como viene siendo habitual, tras algún que otro despiste de carretera ocasionado por la densa congestión de brumas y nieblas matinales, llegamos a este pueblito limítrofe entre la provincia de Madrid y Toledo y que tan insospechadas emociones vendrían a generar durante las siguientes horas de descubrimiento.

Y es que —¡cuántas veces lo he podido advertir en propias carnes!— no es necesario que un enclave rebose magnanimidad, belleza superlativa, un extenso elenco monumental e histórico para que un paraje marque con hierro candente en el capacho emocional de uno; para ejemplo aquí les ofrezco a nuestra diminuta localidad de hoy.

La esencia villamanriqueña no es esencialmente exultante, ni mucho menos dispone de los atributos que la hagan acaparadora de un seguimiento turístico…, pero es portadora de hechizo, de embrujo, de dulzura engendrada bajo los parámetros de la sencillez, la sobriedad, la austeridad, la tibieza y un halo magnético que se desprende ya desde las primeras incursiones a pie.

Las viviendas, muchas de ellas resplandecientes y encaladas, nidifican parsimoniosas en unas callejuelas modestas, que se recorren cómoda y fácilmente. Atravesándolas es un deleite respirar la humorosa fragancia de chimeneas cercanas; la casi inexistencia presencia humana (pensando que la escasa población aún se mantenga remoloneando en sus casas en una húmeda y fresca mañana de domingo otoñal), y comprobar que el viajero, siempre bisoño aunque ávido en las aventuras de la vida, profana el aislamiento de la villa.

Un punto muy destacable de ella es su Área Recreativa. Cruzando su puente de madera sobre el amoroso río Tajo, gozamos de un parque natural saciado de verdor, de aparatos gimnásticos diseminados por el amplio espacio, cuyos tarays y pinos y zarzamoras y adelfas y sendas —bien delimitadas— permiten paseos libres, amables, gentiles, con el acompañamiento de los cantos voladores que amenizan un cielo que flirtea entre las nubes y un débil sol.

Después, para completar el menú de degustación, vendrá la silueta argéntea de la Iglesia: templo que me hace recordar las directrices estéticas empleadas por los arquitectos del antiguo Instituto de Colonización, y nuevas calles, y escasos rincones más que colocan y acotan brida a un lugar que en su pequeñez y jubilosa candidez reúne sus mayores aportes.

Excelente sabor dejaste, Villamanrique. Ten por seguro que regresaré. Tal vez la intuición de las aves migratorias que atraviesan el cortejo de los telares celestes puedan predecir, con resolución, algo al respecto.

 

 

Álibe.

Expediciones fluvio-literarias a la vera del Tajo. 

 

 

 


Horadaré
el túnel escarlata.
Dulce fricción.


Álibe

Entre rejas

Entre rejas

Recuerdo los vanos intentos del ocaso en deshilachar las fibras desgastadas del día. Con el estómago perforado por una madeja repleta de nervios, y la pesadez plúmbea de mis huesos en estas tardías horas de la jornada, el imponente portalón del presidio me espera. Antes de entrar en él no siento grandes necesidades; ninguna preocupación personal se cruza como espesa barbotina por mi mente. Mi cuerpo, mi organismo –también la parte correspondiente al ámbito no físico, corporal –parece diluirse en una fragancia laxa, de desgana, se divide y debilita en múltiples partículas que osan desembocar en un colorido territorio, lleno de desconocimiento.

En estos momentos no sufro ningún ápice de culpabilidad. La justicia desea ejecutar su cometido y, asumo los cargos delictivos que se me imponen, con un grumoso estoicismo hasta la fecha irreconocible.

Ahora que mi cabeza merodea por cierto nivel de abotargamiento, en el inicio de lo que se supone será mi mayor calvario vital, me pregunto: qué resortes dispone el metal de la ley para no errar; dónde coloca las balizas de la equidad (pero aquella, la verídica, que no siempre coincide con la rubricada); qué parámetros emplea para ser tendidos sobre las cuerdas de lo ejemplarizante; qué razones garantes prioriza ante tantos casos contagiados por el desacierto y la equivocación.

Es curioso: obvio todo aquello que afecta a mi persona, sin embargo me alerta, me daña, me produce desazón sospechar de tan innúmero de dictámenes que recalan, en el mundo entero, en la panorámica de la impunidad.

Pensar en la imperfección humana me aterra, cavilar sobre las nocivas consecuencias que muchos sufren por la artera condición del poder me enerva, me regurgita la bilis tras el tapiz del silencio.

Tan solo unos metros me separan para enmohecer mi cuerpo bajo el caparazón protector de mamá Estado. Mi conciencia, fruto parejo de realidad y ensoñación, se sumerge en el fluido viscoso de la catalepsia. Conmigo un nuevo maniquí homicida será fresco cebo para el moscardón del hastío.

 

Reflejos de tinta azul.

Álibe

 

El santuario de las mariposas

 

Humedal de Ontígola

 

 

Autómatamente, con los pies y la mente encallados hacia la diáspora de la imaginación, se dirige el doncel al humedal de los sueños.

Antes de su llegada confunde pasos, desorienta el trazado que le bendecirá, consulta a un ente solitario el medio para alcanzar el santuario con el que coaligar con la luz.

Una vez dentro del tupido laberinto, se preguntará…

 

1.- Qué sientes maleza cuando repueblas de vida a los lepidópteros que preparan, de nuevo, su carnaval primaveral.

2.- Qué se siente junco cuando velas por la salud del embalse sin más apoyo que la asimétrica generosidad de los espíritus.

3.- Qué se siente mariposa al contemplar como un simple mortal se empeña en codificar tus piruetas, y, bien sabes, que fracasará en el intento.

4.- Qué se siente atalaya en tus vertiginosas poses, en el consumo amaderado del tiempo, en el perezoso latido de una lluvia que confunde su salto al vacío.

5.- Qué se siente lagarto, qué se siente tábano en tu harén de heces cuando la colmena humana os ignora éste cónclave de fertilidad y aislamiento.

 

No todas las sendas te veneran, santuario. Me encaramo desde la nube. Gira la rueca de las horas. Una garza planea sobre los renglones agrestes del destino.

 

 

Álibe

 

De apátridas

Alcarreñas (Pieza 2)

Alcarreñas  (Pieza 2)

                          De nuevo, enarbolados,

                          se hacen visibles,

                          los cánticos de tierra inhóspita.

                          Ni el lascivo verdor,

                          ni los huecos fosilizados

                          del deleite,

                          ni las vigas del lavadero

                          podrán silenciar

                          nuestros ditirambos de infancia.

 

                          Por encima del instante

                          irrumpen recias campanas,

                          las huellas vernáculas de un hombre

                          libre y atónito.

                          En un instante

                          fui obsequiado con una caracola

                          consignada a la ausencia.

 

 

Álibe

 

De El eunuco impenitente.

 

                          Furibundo arde el palacio.

                          Su techumbre se derrite

                          como melaza al soplete.

                          Se derrumba su cubierta,

                          así como el bargueño de un rostro

                          hastiado de termitas y mezquindad.

                          1764.  La Avenida te vio nacer

                          en la diagonal simbiótica

                          de la perfección y la metáfora;

                          ahora, tu noble anatomía,

                          se convierte en fatal herida que recorre

                          la vía dolorosa de tus vecinos.

                          Recuerdo a Farinelli,

                          il piu famoso castrato della storia

                          con su virtud de rizo neoclásico

                          y sus arias de mármol y fantasía

                          entre doseles de placidez.

                          ¡Cuán lejos quedáis imágenes!,

                          cuando hoy, os toca bailar

                          con la grotesca partenaire de la derrota.

                          Brasas del atardecer,

                          teas que sólo obedecen

                          a la batuta de Hefesto;

                          humos y espirales tóxicas

                          a punto de esposarse con el mal

                          conforman la pugna

                          contra el sortilegio de la belleza.         

         

 

                        Álibe

 

                       El eunuco impenitente

La Graciosa

La Graciosa

Yace bermeja, la envoltura

vitalicia que empondera

el clamor de la cumbre.

En el puerto, mis pasos,

imanes festoneados

con el polo de la dicha,

callan,

no reflexionan,

tan sólo acaban tumbándose

sobre la hamaca de los sueños.

 

 

Álibe

 

De "Paraísos de bolsillo"

 

 


Apátridas

Apátridas

No me llamo Winston Smith

No me llamo Winston Smith

No me llamo Winston Smith,
soy ajeno a las superpotencias,
no visto overall caqui
con el escudo del Partido,
ni pertenezco
al Ministerio de la Verdad.
Sin embargo, al igual que tú,
soy sensible a los punzantes vórtices
del pensamiento,
a cualquier vestigio de mutilación,
al virus disoluto del delirio.
¡Oh, querido camarada!
Abandona al Hermano Mayor
y haz añicos su poder.
Juntos, algún día, escribiremos
en el diario de la esperanza.


Álibe


De "El eunuco impenitente".

¿Cuáles son los 100 libros que hay que leer, según David Bowie?

¿Cuáles son los 100 libros que hay que leer, según David Bowie?

¿Cuáles son los 100 libros que hay que leer, según David Bowie? La pregunta surgió a raíz de David Bowie is, la exposición impulsada por el Victoria and Albert Museum de Londres y que recorrió el universo del mítico cantante pop; y está muy lejos de la propuesta de los 100 mejores libros de la historia del Club Noruego del Libro.

Según el comisario de la muestra, Geoffrey Marsh, David Bowie era un “lector voraz”, conocido por leer ¡un libro al día! Qué envidia tener tanto tiempo para leer, Mr. Bowie…

El hijo de David Bowie ha inaugurado el David Bowie Book Club: cada mes se leerá un libro de los 100 favoritos de Bowie. 

Hemos echado un ojo a la lista de los 100 libros que hay que leer, según David Bowie, y descubrimos la pasión que el cantante sentía por los libros editados en los 60, lo que no tiene nada de extraño, si tenemos en cuenta que su carrera se inició en 1967. Ahí están hitos de la contracultura como Última salida para Brooklyn de Hubert Selby Jr o Kafka Was The Rage: A Greenwich Village Memoir, de Anatole Broyard, 1993.

Pero lo que más nos sorprende es ¡que no elija ningún título anterior a 1945! Nos nos consta en ninguna información consultada que la selección tuviese que ceñirse a la segunda mitad del XX… ¿Será que Bowie considera que para ser rabiosamente contemporáneo sólo se puede leer así? Ummm…

En la lista de autores fundamentales para David Bowie están Truman Capote, Frank O’Hara, John Cage, Anthony Burgess, Ian McEwan, Yukio Mishima, Muriel Spark, Jack Kerouac, Lampedusa, Bruce Chatwin, Sarah Waters, Christopher Hitchens, Junot Diaz

En Estandarte creemos que meter las narices en la biblioteca de una persona es asomarse a su yo más íntimo, y eso es lo que nos permitió el comisario de David Bowie is. Aunque también estamos seguros de que Bowie esconde algunos ejemplares inconfesables en su biblioteca que no aparecen en este listado. Ésos que dibujarían el perfil completo del David Bowie lector. A falta de poder asomarnos a la biblioteca real del cantante, aquí queda la lista:

The Age of American Unreason, Susan Jacoby, 2008

The Brief Wondrous Life of Oscar Wao, Junot Diaz, 2007

The Coast of Utopia (trilogy), Tom Stoppard, 2007

Teenage: The Creation of Youth 1875-1945, Jon Savage, 2007

Fingersmith, Sarah Waters, 2002

The Trial of Henry Kissinger, Christopher Hitchens, 2001

Mr. Wilson’s Cabinet of Wonder, Lawrence Weschler, 1997

A People’s Tragedy: The Russian Revolution 1890-1924, Orlando Figes, 1997

The Insult, Rupert Thomson, 1996

Wonder Boys, Michael Chabon, 1995

The Bird Artist, Howard Norman, 1994

Kafka Was The Rage: A Greenwich Village Memoir, Anatole Broyard, 1993

Beyond the Brillo Box: The Visual Arts in Post-Historical Perspective, Arthur C. Danto, 1992

Sexual Personae: Art and Decadence from Nefertiti to Emily Dickinson, Camille Paglia, 1990

David Bomberg, Richard Cork, 1988

Sweet Soul Music: Rhythm and Blues and the Southern Dream of Freedom, Peter Guralnick, 1986

The Songlines, Bruce Chatwin, 1986

Hawksmoor, Peter Ackroyd, 1985

Nowhere To Run: The Story of Soul Music, Gerri Hirshey, 1984

Nights at the Circus, Angela Carter, 1984

Money, Martin Amis, 1984

White Noise, Don DeLillo, 1984

Flaubert’s Parrot, Julian Barnes, 1984

The Life and Times of Little Richard, Charles White, 1984

A People’s History of the United States, Howard Zinn, 1980

A Confederacy of Dunces, John Kennedy Toole, 1980

Interviews with Francis Bacon, David Sylvester, 1980

Darkness at Noon, Arthur Koestler, 1980

Earthly Powers, Anthony Burgess, 1980

Raw (a ‘graphix magazine’) 1980-91

Viz (magazine) 1979 –

The Gnostic Gospels, Elaine Pagels, 1979

Metropolitan Life, Fran Lebowitz, 1978

In Between the Sheets, Ian McEwan, 1978

Writers at Work: The Paris Review Interviews, ed. Malcolm Cowley, 1977

The Origin of Consciousness in the Breakdown of the Bicameral Mind, Julian Jaynes, 1976

Tales of Beatnik Glory, Ed Saunders, 1975

Mystery Train, Greil Marcus, 1975

Selected Poems, Frank O’Hara, 1974

Before the Deluge: A Portrait of Berlin in the 1920s, Otto Friedrich, 1972

In Bluebeard’s Castle: Some Notes Towards the Re-definition of Culture, George Steiner, 1971

Octobriana and the Russian Underground, Peter Sadecky, 1971

The Sound of the City: The Rise of Rock and Roll, Charlie Gillete, 1970

The Quest For Christa T, Christa Wolf, 1968

Awopbopaloobop Alopbamboom: The Golden Age of Rock, Nik Cohn, 1968

The Master and Margarita, Mikhail Bulgakov, 1967

Journey into the Whirlwind, Eugenia Ginzburg, 1967

Last Exit to Brooklyn, Hubert Selby Jr. , 1966

In Cold Blood, Truman Capote, 1965

City of Night, John Rechy, 1965

Herzog, Saul Bellow, 1964

Puckoon, Spike Milligan, 1963

The American Way of Death, Jessica Mitford, 1963

The Sailor Who Fell From Grace With The Sea, Yukio Mishima, 1963

The Fire Next Time, James Baldwin, 1963

A Clockwork Orange, Anthony Burgess, 1962

Inside the Whale and Other Essays, George Orwell, 1962

The Prime of Miss Jean Brodie, Muriel Spark, 1961

Private Eye (magazine) 1961 –

On Having No Head: Zen and the Rediscovery of the Obvious, Douglas Harding, 1961

Silence: Lectures and Writing, John Cage, 1961

Strange People, Frank Edwards, 1961

The Divided Self, R. D. Laing, 1960

All The Emperor’s Horses, David Kidd,1960

Billy Liar, Keith Waterhouse, 1959

The Leopard, Giuseppe Di Lampedusa, 1958

On The Road, Jack Kerouac, 1957

The Hidden Persuaders, Vance Packard, 1957

Room at the Top, John Braine, 1957

A Grave for a Dolphin, Alberto Denti di Pirajno, 1956

The Outsider, Colin Wilson, 1956

Lolita, Vladimir Nabokov, 1955

Nineteen Eighty-Four, George Orwell, 1949

The Street, Ann Petry, 1946

Black Boy, Richard Wright, 1945

 

 

Fuente: estandarte.com

El último viaje

El último viaje

Siempre y cuando lo permita la niebla                    

partiré hacia la región sin nombre.

A media tinta y con poca sangre,

con huesos de caña desvencijada

mi rumbo tomará

el hierro del raíl

como premio final.

 

Con apenas sudor

y mínimas tristezas

penetraré por túneles sin red,

ojearé clorofilas apostadas

sobre el rancio pasado,

albergaré fragancias juveniles

—aquellas, que aún revivan—

en la áspera talega del recuerdo.

 

Lacónico futuro,

permíteme postrar mi último aliento

sobre los manzanos de la conciencia.

 

 

 

Álibe

Sediento de trazados y jaras el caminante impregna su petate al viento

como emblema supremo en aras de la libertad.

No dudará en lanzarse a la senda sin temor a la impredecible borrasca,

arriesgará su aliento por un manojo de briznas que le coronen su osadía.

Llega la pizarra para sembrar mis pies de honor,

me topo con la cantina al respaldo de la gloriosa piedra;

imagino al vetusto “Rey de Patones” cuando juega, a las encondidas,

con el guiño de la muerte.

La lluvia se resigna a aparecer

y el amor no se consuma;

la esforzada patrulla comienza a recoger los frutos de la belleza,

rocas y matorrales deciden abrumarnos con su abundante

aunque ficticia floración.

Mientras el sol es acunado en el invernadero de las nubes

los buitres nos custodian, las lavandas nos tiñen de añoranzas,

los collados se suceden como panorámicas litigantes

en el ámbito del silencio.

Olvidadizo albumen de las nubes.

A punto estoy de sellarme junto a la paleta del otoño

que, como mi sombra, sabe desorientarse con una sonrisa.

 

 

 

Álibe

 

Reales Aguas

Reales Aguas

En su afán de circunvalar de nuevo por la Océana humanista, NAUTILUS regresa con alegría y compromiso al entorno ribereño. De casi todos es conocido el amplio inventario de maravillas que pueblan y jalonan la fisonomía histórica y natural de Aranjuez, aunque el margen que nuestro buque desea incidir, en éste numero 4, es el del valor de las aguas que impregna fértil y mágicamente a la localidad madrileña.

La amplia vega del Tajo, las virtudes benefactoras de un río otrora frontera de poderes militares y estratégicos―; la proliferación de estanques, canales, puentes como muestra de una desarrollada ingeniería hidráulica ya planificada desde tiempos de Felipe II, suponen razones más que contundentes para desear fondear en estos elementos de muy notable relevancia.

¿Quien puede concebir los Reales Jardines, los sotos y huertas, el corazón arancetano fraguado al compás de la historia sin la presencia del líquido elemento?

En la actualidad, el Río, sigue reflejando un símbolo vertebrador de primer nivel. Cualquier vecino que no esté ajeno a las noticias de su ciudad es conocedor de los ímprobos esfuerzos que dedican plataformas y colectivos, muchas veces con escasos recursos, en combatir las tropelías, cambalaches y perjuicios que sufre la arteria fluvial.

El tiempo transcurre, y, con él, funcionalidades, realidades escindidas del ramo de la arbitrariedad. La presencia del agua continúa representado un tesoro imprescindible para el pulso ya no sólo económico sino idiosincrático de un territorio. En Aranjuez la premisa es obvia.

Preparad el torpedo de la aventura, nautilianos. La cámara de lanzamiento espera para acometer una nueva operación.

 

Introducción

Regresar a las lindes del pasado para recuperar y vivenciar el sustrato de ensoñación del presente. He aquí el principio, el fundamento referencial más poderoso que goza Paraísos de bolsillo,  el pequeño opúsculo que, querido lector, acuna en sus manos en un más que posible afán de búsqueda de sorpresa y curiosidad. La dedicatoria del volumen es suficientemente clarificadora pata intuir el gesto motivacional del autor: homenajear y por lo tanto pernoctar, de forma transitoria, en el libre, jugosísimo e indomable vivac de la infancia.

Álibe recuerda parte de ella y su primera juventud como una burbuja coloreada por la soledad, como un contacto frecuente con un enciclopedismo bibliófilo,  autodidacta y doméstico dentro de las paredes de su clan genético; también como una época de admiración innata hacia las artes y las ciencias que se dejaban digerir por la inquietud tan azarosa, aunque también tan genuina que suelen destilar las edades tempranas de la vida.

Uno de aquellos ejes que dejaron rastro profundo fue, sin criterio de duda, la pasión geográfica; y, hoy, décadas posteriores, se emula, con nuevos ingredientes incorporados, aquel impulso investigador que tantas satisfacciones produjeron en aquel pequeño de visiones utópicas e imaginaciones inauditas.

En Paraísos de bolsillo el lector encontrará una relación de espacios insulares diseminados por todo el planeta que el autor ha seleccionado por razones étnicas, históricas, paisajísticas, aunque las eminentemente sentimentales predominen. Recreará un breve pero nutrido bosquejo de islas con las costuras del dato informativo, la micro píldora poética y el boceto gráfico, en un abrazo que intentará remover el deseo viajero de tantas personas desde el sillón del hogar.

Éste nuevo título forma un paréntesis intencionado en la obra alibense. No es habitual que un germen temático homogéneo forme parte de los trabajos literarios del poeta ribereño; aún así nació como un fruto maduro, como un gesto y aroma amable, gustoso no exento de rigor. 

 Suba y disfrute a bordo de la carabela de los sueños. Cada mar, cada travesía, cada mástil de mesana será una nueva invitación para descubrir un nuevo caladero de estrellas.     

 

 

Introducción a Paraísos de bolsillo.  Trabajo preliminar.

 Álibe. 

Boceto de Paraísos de bolsillo

Boceto de Paraísos de bolsillo

Isla de Alejandro Selkirk. Dibujo alibense.

Recóndito

Recóndito