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CÁLCULOS DEL AIRE

Monumentalidad seguntina

Monumentalidad seguntina

Espacio nacido para la formidable degustación de medievalistas o de simples turistas furtivos con claros regustos históricos. Sin conocer a qué categoría pertenezco –ni mucha voluntad por salir de la disquisición -lo primero que consigue cautivarme es su sístole urbana, su núcleo histórico, su capacidad de seducción hacia todo foráneo que incide en penetrar gozoso por su pintoresco entramado de piedra. Sus casas de piedra, las calzadas tan vetustas como gratificantes a la luz y al sentido, los arcos de entrada (donde interactúo con unos jovenzuelos vecinos de la localidad en la hora del comer), sus portales adintelados de canto y guijarro junto a nobles maderas en las puertas medievales conforman una tipología de estilo muy apacible, muy sobria (como fiel villa castellana que se precie).

Climatológicamente hablando la jornada resulta muy agradable. Pese a encontrarnos a mediados del mes de agosto el calor en la localidad es moderado, incluso una sorpresiva y minúscula tormenta añade a mi almuerzo frente al castillo una pincelada de atracción, de misterio, de bendición sugerente en una soledad casi completa. Las vistas que se contemplan desde la base de la ladera que sustenta toda la colosal fortaleza resultan magníficas. Son minutos que los desarrollo bajo el gabán de la observación, con calma y poco pensamiento; el nivel de embelesamiento al final me transporta a épocas pretéritas recreando con los amenazantes nubarrones sobre mi cabeza, en fase de delirio mental poco evitable, ficciones de capa y espada en tiempos de asedios y disputas cristiano musulmanas.

Mi estancia en éste fabuloso centro de La Alcarria serrana es breve, por no decir efímera. La travesía, el trasiego peatonal que desempeño en Sigüenza se resume en unas muy escasas horas con un equipaje mínimo aunque con un entusiasmo de aventuras y descubrimientos como en mis espléndidos años de juventud. Por fortuna la salud y el cuerpo me responden, tras los achaques de salud pasados, y el grado energético del que hago acopio es el suficiente para gozar de un día que sueño con no abandonar en la probeta memorística de mi persona. Qué así sea.

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